*Ahem*
Siento mucho no poner una evaluación antes de publicar el fic. Pero, no obstante, estoy en la lista de veteranos, y, al no ser que hubiera algún cambio que se haya producido en aquella normativa, supongo que podré poner tranquilamente este fic uwu.
Otra cosa que tengo que decir es que no es de pokémon ni por asomo. Es un fanfic de Homestuck. Pero todos los que aparecen son original characters; tan solo el concepto del juego es del cómic. Así que opino que será entendible para todo el mundo.
En fin. Ahí os lo dejo. Disfruten uwu.
Fugitivos del cataclismo
Prólogo
Siento mucho no poner una evaluación antes de publicar el fic. Pero, no obstante, estoy en la lista de veteranos, y, al no ser que hubiera algún cambio que se haya producido en aquella normativa, supongo que podré poner tranquilamente este fic uwu.
Otra cosa que tengo que decir es que no es de pokémon ni por asomo. Es un fanfic de Homestuck. Pero todos los que aparecen son original characters; tan solo el concepto del juego es del cómic. Así que opino que será entendible para todo el mundo.
En fin. Ahí os lo dejo. Disfruten uwu.
Fugitivos del cataclismo
Prólogo
Spoiler:
Advertencia: Este fanfic contendrá lenguaje soez y alguna connotación religiosa. También faltas de ortografía hechas a propósito. Pero su uso está completamente justificado.
28 de octubre de 2005
Hace unos tres años, la Tercera Guerra Mundial dio comienzo. Mi hermana Griselda y yo tuvimos que separarnos por el estallido de las llamadas "batallas septentrionales". Al menos la red informática no fue cortada; lamentablemente, Microsoft logró restringir las comunicaciones. Desde que Estados Unidos ha tomado el control de Inglaterra, ya no está permitido establecer contacto con una IP de aquel país. Lo peor de todo es que mi familia está ahí, así que no puedo saber si fueron convertidos en pedazos de carne por las bombas americanas o están encarcelados por robar el pan. Lo único seguro que puedo decir es que aquí, en Tenerife, todo está tranquilo por ahora. No nos han bloqueado suministros, no hay ataques por parte de otras regiones... dicen que deberíamos de agradecer a la UE por tenernos en su regazo. Yo, la verdad, no puedo opinar lo mismo. Con tanta frontera y tanto enfrentamiento, mi existencia está siendo totalmente despojada de su razón de ser. Más porque en esta casa, cerca del Teide, es el mismísimo infierno. Convivir con mi tío es una gran pesadilla. Es tonto, imbécil, macarra, ¡todo lo que puedas llamar! Es todo un comodón que no se molesta ni en levantar su fornido trasero para tirar sus mondas de pizza, ¡siempre me toca a mí limpiar sus desperdicios! Y por si no fuera poco, no me deja ni estudiar. Cada noche se trae a una pava de esas que son más feas que el **** de un vaso, ¡y no puedo conciliar el sueño por culpa de esos bramidos animales que emiten desde su puñetera cama! Mi único consuelo son los vídeos retocados que hay en mi impoluto ordenador, este mismo diario y mi pequeño canario. Mi raro, pequeño y misterioso canario blanco. Le cuento mis problemas y este me mira fijamente con sus grandes ojos verdes, como si realmente me escuchara. Además, mi madre me contó que era herencia familiar. Ha pasado de generación en generación, empezando por mi tátara-tátara-tátara-tátarabuela. Puede que sea la única afortunada que tiene un pájaro inmortal. Es... genial.
Acabo de escuchar la radio. Estados Unidos ha empezado a amenazar a Europa con una lluvia de misiles nucleares. China también piensa hacer lo mismo, al igual que la UE con Asia. Han hecho una tregua de tres días. Ahora el planeta tiene los días contados. Si todo ese arsenal de dispara, será el mayor cataclismo que la humanidad habrá provocado. ¿Cómo todos pueden ser tan estúpidos? Tengo miedo. Al menos, navegando por los lugares más recónditos de Internet, me he encontrado un programa de mensajería instantánea que no proviene de ninguno de los grandes magnates de la red. "Pesterchum" es su nombre. Ahora estoy esperando a que se instale. Tomará su tiempo por eso.
La escritora de pelo negro carbón estaba tendida en la cama azul oscuro de su habitación, siguiendo con su escrito crónico vestida con unos pantalones acampanados y una camisa elástica rojiza. Rodeada de pósters de Charles Chaplin y de los años ochenta sobre yeso coloreado de un triste gris e iluminada gracias a la luz que entraba por el ventanal, narraba su aburrida vida de exiliada celada por un titán sin apenas sesera. Su ordenador tenía la pantalla encendida, mostrando el tiempo restante para que aquel maravilloso programa se aloje definitivamente en su disco duro. Una librería llena de viejas enciclopedias, un viejo escritorio de roble de estilo rústico y un armario moderno de cerezo lacrado era la única mobiliaria que se asentaba en el suelo de falso mármol. La paz se imponía hasta que sus oídos percibieron los ruidosos pasos de su tío. Pronto tuvo que cerrar de golpe su libreta forrada de auténtico cuero y esconderla tras la almohada. Apagó rápidamente la pantalla para luego regresar al cómodo colchón y hacerse la dormida, como si fuera una zarigüella fingiendo su muerte para evitar que la cazaran.
Su tío era un hombre musculoso, muy bien curtido para salir tan poco de casa. Solo tenía pequeños filamentos grisáceos como caballera, y su tez cuadrada le ayudaba a atribuir cierto parentesco con los bulldog. Su vestir era muy simple; aunque el frescor empezaba a asentarse en las Islas Canarias, siempre llevaba la misma camiseta blanca y azul que expresaba su dedicación al fanatismo futbolístico y sus cortos pantalones deportivos oscuros de tela porosa. Sus pies sustentaban su cuerpo abrigados por unos mugrientos calcetines blancos de algodón y nailon. Una de sus enormes manos sujetaba un sobre atado a un paquete.
Precisamente por aquella entrega, la maniobra de evasión de la joven de diecisiete años falló. Su tío preparó su mano libre para que ella recibiera una de sus molestas collejas. El golpe fue doloroso para la falsa durmiente. Tanto que hasta hizo que salieran groserías de su boca:
-¡Maldito cabrón! ¡¿Era necesario acollejarme?!
-A mí no me culpes, vaga; dale las culpas al cartero.
-Mira quién fue a hablar...
Después de aquel breve intercambio de palabras, recibió lo que le correspondía en su cara. La caja plana casi le fracturaba la nariz debido al brusco impacto. Una vez hecha la entrega, su tío se fue sin más, sin despedirse, sin gestos. No iría a abandonar el corredor de su casa sin recibir un insulto más por parte de su sobrina:
-¡Gilipollas!
Se sobaba la parte más afectada del golpe. No podía dejarle amablemente el correo a su lado mientras dormía, o dejarlo en su escritorio; tenía que mirarlo muy de cerca sin quererlo, gracias a la brutalidad de aquel con quién convivía. Se fijó más en lo que casi era su arma homicida. Estaba envuelto de pardo y rugoso papel. En la caja tenía un logotipo bastante peculiar; una casa con doce habitaciones distribuidas en forma de escalera.
Miró también el sobre blanco. Tenía como remitente en Skaianet, Massachusetts, USA. ¿Cómo pudo llegar aquí? Ese cartero debió de ser uno de aquellos mensajeros clandestinos que luchaban por la unanimidad nacional, y por tanto, la paz. Aquellas almas caritativas que arriesgaban su vida por asegurarse que todos recibieran noticias de sus alejadas familias merecían, para ella, el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo había algo que la desconcertaba. Ella no tenía familia en Estados Unidos. ¿Por qué recibiría aquel paquete de tierras lejanas? Pensó entonces en la posibilidad de que era una invitación para ingresar en una hermandad antimilitarista con el nombre de la institución escrita ahí. Esa idea le había ilusionado. Daba gracias a la infinita pereza del hermano de su progenitora por no fijarse en el remitente, o de lo contrario nunca habría llegado.
Sin más preámbulos, la joven abrió la carta blanca para leer su contenido:
"Estimada Samantha Realing:
¡Felicidades! Has sido seleccionada para probar nuestro último juego: SBURB Delta."
28 de octubre de 2005
Hace unos tres años, la Tercera Guerra Mundial dio comienzo. Mi hermana Griselda y yo tuvimos que separarnos por el estallido de las llamadas "batallas septentrionales". Al menos la red informática no fue cortada; lamentablemente, Microsoft logró restringir las comunicaciones. Desde que Estados Unidos ha tomado el control de Inglaterra, ya no está permitido establecer contacto con una IP de aquel país. Lo peor de todo es que mi familia está ahí, así que no puedo saber si fueron convertidos en pedazos de carne por las bombas americanas o están encarcelados por robar el pan. Lo único seguro que puedo decir es que aquí, en Tenerife, todo está tranquilo por ahora. No nos han bloqueado suministros, no hay ataques por parte de otras regiones... dicen que deberíamos de agradecer a la UE por tenernos en su regazo. Yo, la verdad, no puedo opinar lo mismo. Con tanta frontera y tanto enfrentamiento, mi existencia está siendo totalmente despojada de su razón de ser. Más porque en esta casa, cerca del Teide, es el mismísimo infierno. Convivir con mi tío es una gran pesadilla. Es tonto, imbécil, macarra, ¡todo lo que puedas llamar! Es todo un comodón que no se molesta ni en levantar su fornido trasero para tirar sus mondas de pizza, ¡siempre me toca a mí limpiar sus desperdicios! Y por si no fuera poco, no me deja ni estudiar. Cada noche se trae a una pava de esas que son más feas que el **** de un vaso, ¡y no puedo conciliar el sueño por culpa de esos bramidos animales que emiten desde su puñetera cama! Mi único consuelo son los vídeos retocados que hay en mi impoluto ordenador, este mismo diario y mi pequeño canario. Mi raro, pequeño y misterioso canario blanco. Le cuento mis problemas y este me mira fijamente con sus grandes ojos verdes, como si realmente me escuchara. Además, mi madre me contó que era herencia familiar. Ha pasado de generación en generación, empezando por mi tátara-tátara-tátara-tátarabuela. Puede que sea la única afortunada que tiene un pájaro inmortal. Es... genial.
Acabo de escuchar la radio. Estados Unidos ha empezado a amenazar a Europa con una lluvia de misiles nucleares. China también piensa hacer lo mismo, al igual que la UE con Asia. Han hecho una tregua de tres días. Ahora el planeta tiene los días contados. Si todo ese arsenal de dispara, será el mayor cataclismo que la humanidad habrá provocado. ¿Cómo todos pueden ser tan estúpidos? Tengo miedo. Al menos, navegando por los lugares más recónditos de Internet, me he encontrado un programa de mensajería instantánea que no proviene de ninguno de los grandes magnates de la red. "Pesterchum" es su nombre. Ahora estoy esperando a que se instale. Tomará su tiempo por eso.
La escritora de pelo negro carbón estaba tendida en la cama azul oscuro de su habitación, siguiendo con su escrito crónico vestida con unos pantalones acampanados y una camisa elástica rojiza. Rodeada de pósters de Charles Chaplin y de los años ochenta sobre yeso coloreado de un triste gris e iluminada gracias a la luz que entraba por el ventanal, narraba su aburrida vida de exiliada celada por un titán sin apenas sesera. Su ordenador tenía la pantalla encendida, mostrando el tiempo restante para que aquel maravilloso programa se aloje definitivamente en su disco duro. Una librería llena de viejas enciclopedias, un viejo escritorio de roble de estilo rústico y un armario moderno de cerezo lacrado era la única mobiliaria que se asentaba en el suelo de falso mármol. La paz se imponía hasta que sus oídos percibieron los ruidosos pasos de su tío. Pronto tuvo que cerrar de golpe su libreta forrada de auténtico cuero y esconderla tras la almohada. Apagó rápidamente la pantalla para luego regresar al cómodo colchón y hacerse la dormida, como si fuera una zarigüella fingiendo su muerte para evitar que la cazaran.
Su tío era un hombre musculoso, muy bien curtido para salir tan poco de casa. Solo tenía pequeños filamentos grisáceos como caballera, y su tez cuadrada le ayudaba a atribuir cierto parentesco con los bulldog. Su vestir era muy simple; aunque el frescor empezaba a asentarse en las Islas Canarias, siempre llevaba la misma camiseta blanca y azul que expresaba su dedicación al fanatismo futbolístico y sus cortos pantalones deportivos oscuros de tela porosa. Sus pies sustentaban su cuerpo abrigados por unos mugrientos calcetines blancos de algodón y nailon. Una de sus enormes manos sujetaba un sobre atado a un paquete.
Precisamente por aquella entrega, la maniobra de evasión de la joven de diecisiete años falló. Su tío preparó su mano libre para que ella recibiera una de sus molestas collejas. El golpe fue doloroso para la falsa durmiente. Tanto que hasta hizo que salieran groserías de su boca:
-¡Maldito cabrón! ¡¿Era necesario acollejarme?!
-A mí no me culpes, vaga; dale las culpas al cartero.
-Mira quién fue a hablar...
Después de aquel breve intercambio de palabras, recibió lo que le correspondía en su cara. La caja plana casi le fracturaba la nariz debido al brusco impacto. Una vez hecha la entrega, su tío se fue sin más, sin despedirse, sin gestos. No iría a abandonar el corredor de su casa sin recibir un insulto más por parte de su sobrina:
-¡Gilipollas!
Se sobaba la parte más afectada del golpe. No podía dejarle amablemente el correo a su lado mientras dormía, o dejarlo en su escritorio; tenía que mirarlo muy de cerca sin quererlo, gracias a la brutalidad de aquel con quién convivía. Se fijó más en lo que casi era su arma homicida. Estaba envuelto de pardo y rugoso papel. En la caja tenía un logotipo bastante peculiar; una casa con doce habitaciones distribuidas en forma de escalera.
Miró también el sobre blanco. Tenía como remitente en Skaianet, Massachusetts, USA. ¿Cómo pudo llegar aquí? Ese cartero debió de ser uno de aquellos mensajeros clandestinos que luchaban por la unanimidad nacional, y por tanto, la paz. Aquellas almas caritativas que arriesgaban su vida por asegurarse que todos recibieran noticias de sus alejadas familias merecían, para ella, el Premio Nobel de la Paz. Sin embargo había algo que la desconcertaba. Ella no tenía familia en Estados Unidos. ¿Por qué recibiría aquel paquete de tierras lejanas? Pensó entonces en la posibilidad de que era una invitación para ingresar en una hermandad antimilitarista con el nombre de la institución escrita ahí. Esa idea le había ilusionado. Daba gracias a la infinita pereza del hermano de su progenitora por no fijarse en el remitente, o de lo contrario nunca habría llegado.
Sin más preámbulos, la joven abrió la carta blanca para leer su contenido:
"Estimada Samantha Realing:
¡Felicidades! Has sido seleccionada para probar nuestro último juego: SBURB Delta."
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Capitulo 2
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Capitulo 4
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Capitulo 6
Capitulo 7
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Capitulo 9
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Capitulo 12
Capitulo 13
Capitulo 14
Capitulo 15
Capitulo 16
Capitulo 17
Capitulo 18
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