No soy mucho de presentaciones, prefiero darme a conocer por mis post y trabajos.
I.
Prefacio, aká las razones de por qué esta cosa existe:
I.
La aldea ubicada dentro del Valle Pacifista era, tal como su nombre lo indicaba, un lugar sumamente tranquilo —y aburrido— donde los pokémon podían vivir con serenidad; estar cerca del manzanar les garantizaba abasto de comida y quienes habitaban el lugar solían ser muy apacibles y comprensivos, por lo que las disputas siempre terminaban con un: “Oh, lo siento, ha sido un error de mi parte”.
El joven Sneasel lo sabía bien, por eso eligió ese lugar como su nuevo territorio para cometer atracos, confiado en que los pokémon no sabrían cómo defenderse si lograba intimidarlos. Tras esconderse en unos arbustos y observar a quienes pasaban por ahí, fijó su mirada en una pequeña Ralts que se paseaba impunemente con su monedero a la vista. La pequeña acababa de saludar a la señorita Blissey, la directora del colegio de la aldea y se dirigía al mercado a comprar una deliciosa manzana perfecta. El pokémon apareció frente a ella pero no atacó de inmediato; después de todo, había otros pokémon observando y no deseaba tener que hacerse cargo de todos ellos.
—¡Hola! Mi nombre es Sneasel y soy un viajero. Estaba buscando la Colina Puño pero parece que me he perdido. ¿Podrías decirme cómo llego?
—¡Un gusto, señor Sneasel! —Respondió con auténtico brío—. Mi nombre es Ralts. Me parece que se puede llegar si va hacia el norte. ¿Gusta que lo acompañe?
—Me harías un gran favor, niña —dijo sonriendo maliciosamente.
Ralts sólo conocía pokémon bondadosos y por eso no sospechó de las intenciones del pokémon de tipo siniestro; después de todo, juzgar por algo como el tipo era algo que ella consideraba una falta de educación. Mientras ella le hablaba sobre lo bello que era el valle, Sneasel ya estaba pensando en qué clase de cosas podría apañarle al resto de los pobladores, pero de vez en vez sentía que algo lo incomodaba. Miraba alrededor para ver si era que alguien les observaba y cuando Ralts preguntaba si algo pasaba fingía claridad y le pedía que apresurara el paso.
Cuando Ralts señaló la ladera que llevaba a la colina, volvió a mirar para asegurarse que nadie observaba.
—Bueno, niña, para seguir mi viaje voy a necesitar algo de plata, ya sabes… así que entrégame lo que tengas.
—Oh, claro, seguro que viajar de un lado a otro implica muchos gastos —dijo sin saber realmente a qué se estaba refiriendo Sneasel—, pero me temo que no puedo prestarle dinero porque debo comprar las provisiones de la semana. ¡Ah! Se me ocurre que si le explica al señor Tangela sus motivos, él con mucho gusto le regalará un par de manzanas de su puesto.
—¡No, tonta! No te estoy pidiendo prestado, ¡esto es un atraco y te exijo que me entregues tu dinero!
El amenazante tono de voz y el semblante de Sneasel aterrorizaron a la psíquica que nunca en su vida había lidiado con una situación similar, pero asumió que con unas cuantas palabras sensatas entraría en razón:
—Cr-creo que no es necesario lo que hace… señor —tragó saliva para intentar pasar el susto—, todos en el valle son muy amables y seguro querrán compartir sus cosas con usted.
—Precisamente, todos ahí son muy amables… ¡y muy ingenuos! ¡Por eso podré arrebatarles todo con facilidad! —Dicho esto, atacó usando ‘finta’. Siendo súper efectivo, Ralts cayó sin poder hacer nada. Con toda la calma del mundo, Sneasel inspeccionó a su víctima para tomar su monedero y además ¡la suerte estaba de su lado! Ya que también encontró que llevaba una manzanita consigo.
Ralts dedujo que ya se había alejado varios pasos por el sonido que hacia cuando recuperó parcialmente la conciencia. Con mucho miedo pero sobre todo coraje, hizo algo que nunca antes se hubiese imaginado: intentó usar sus poderes psíquicos de modo ofensivo. Expulsó —sin realmente saber cómo— su poder a donde supuso se encontraba Sneasel, esperando que aquello lo tumbara y dejara caer sus cosas. Con esfuerzo, abrió los ojos y miró al bellaco de pie y sin una sola mota de polvo; este se volteó con una sonrisa aterradora en el rostro.
—De verdad que no tienes idea de nada, ¿qué no sabes que los ataques psíquicos no afectan a los tipo siniestro? Precisamente por eso te elegí a ti de entre todos los que se paseaban por la calle. Ahora que lo pienso, ha sido un completo desperdicio de tiempo tomarme todas esas medidas de seguridad, seguro que el resto son unos debiluchos y me bastará un ataque para dejarlos fuera de combate.
Y mientras seguía riendo, continuó su paso y Ralts volvió a perder la conciencia.
Un par de metros más adelante, Sneasel oyó claramente un grito pidiendo ayuda y no precisamente corrió hasta la fuente con la idea de ser un buen samaritano. Pasando unos árboles frondosos, encontró a una pequeña Buneary en el suelo hecha bolita que gritaba y movía sus manitas de forma frenética.
—¡Ayuda, ayuda! ¡Me he lastimado el tobillo y nada puedo hacer! ¡Oh, pobre de mí, pobre de mí! ¡Si tan sólo un heroico pokémon pudiese rescatarme ahora que estoy tan indefensa!
Su actuación era tan dramática que algo dentro de Sneasel le dijo que quizá se trataba de una trampa y que había que ir con cautela, pero rápidamente se deshizo de la idea pensando que no era más que otra tonta del valle; tanto así que ni siquiera se tomaría la molestia de fingir, iría directamente a quitarle sus cosas para continuar su camino.
—Lo siento conejita, tendrás que seguir esperando por tu príncipe valiente, yo sólo vengo por tus objetos —dijo con soberbia mientras inspeccionaba a la pokémon.
—¡Triste destino el mío! —Gritó de modo sarcástico—. Pero, ¿podrías al menos revisar mi tobillo? ¡Me duele muchísimo, creo que moriré a causa de este horrible dolor!
Sabiendo que no tenía nada que perder, el tipo oscuro aceptó la petición y con sus afiladas garras tomó la pata de la conejita.
—O eres muy exagerada o eres muy débil, yo no veo nada rar… —Y antes de poder terminar, el malandro recibió una tremenda patada en la cara, quedando la huella marcada en su rostro. Buneary se puso de pie con el salto, haciendo toda una pose digna de una superheroína de televisión.
—Vi lo que le hiciste a esa pobre Ralts, así que más te vale que le regreses sus cosas por las buenas o tendré que obligarte por las malas —terminó guiñando un ojo de forma coqueta.
—Así que tú eras quien nos estaba siguiendo… ¡Bah! De todos modos, ¿qué se supone que harás? ¿Matarme a besitos? —Y echó a reír.
—En realidad, esa es una muy buena idea.
Sin darle tregua, Buneary lanzó una serie de besos que formaron unos enternecedores corazones en el aire que se estamparon directo en Sneasel. El pokémon parpadeó varias veces intentando asimilar lo que estaba pasando. Movió sus garras para comprobar si algo extraño había pasado y al no percatarse, se lanzó furioso a contraatacar por el golpe que le había propinado. Buneary tomó su pelaje para regresar a la posición esférica y cuando Sneasel asestó el golpe, éste fue borrando la sonrisa de su rostro al ver que no le había ocasionado ningún daño. Aprovechando la confusión, la tipo normal dio un buen golpe con sus orejas haciendo que Sneasel cayese directo al suelo, soltando los objetos que traía consigo.
—Vaya, querías dártelas de chulo con Ralts cuando tú tampoco sabes la gran cosa, o si no, hubieses evitado ‘encanto’, que baja drásticamente el poder de los ataques físicos.
Sneasel echó rayos y maldiciones contra su contrincante mientras ésta daba saltitos de felicidad sólo para fastidiarlo. Decidió irse con todo usando otro ataque de ‘finta’ sabiendo que no fallaría y así fue; aunque Buneary se llevó ese golpe, lo tuvo lo suficientemente cerca y de frente como para darle un besito en la frente. Quizás otro pokémon se hubiese sonrojado tontamente al ser besado por una pokémon tan linda como ella, pero él estaba completamente pálido al figurarse que ahora ninguno de sus golpes podría provocarle daño. Temiendo que le diese la paliza de su vida, lo único que pudo recoger fue su orgullo roto antes de darse a la fuga.
—Mamá tenía razón —murmuró—: Cariño, si vas a salir al mundo a buscar tesoros, asegúrate de saber cómo usar el encanto a tu favor —y volvió a guiñar los ojos soltando más corazones a su alrededor.
Para ese momento, Ralts ya había vuelto en sí pero seguía lo suficientemente mal herida como para ponerse de pie; mientras sollozaba, no notó el momento en que Buneary se puso a un lado de ella. Escuchó una voz que le decía algo mientras le colocaban un objeto enfrente y, por instinto, arrastró sus doloridos brazos para tomarlo. Le llegó un aroma agradable y supo que era algo comestible; dio un mordisco seguido de otro y otro y, cuando menos se lo esperó, ya se encontraba de pie.
—Creo que tú necesitabas más esa baya aranja que yo.
—¡Oh, muchísimas gracias! —Chilló Ralts—. Un malvado pokémon me atacó y…
—Sí, lo sé, pero ya me he encargado de darle su merecido —Ralts no daba crédito a lo que oía, ese rufián le pareció el pokémon más poderoso del mundo y encontraba un poco difícil de creer que un pokémon pequeño como ella lo hubiese vencido—. Veo que no me crees, pero aquí tengo la prueba —al terminar de hablar, le enseñó su monedero y la manzanita que le pertenecían.
—¡Wow! Eres… ¡Eres asombrosa! ¡Muchísimas gracias por todo!
—Espera… ¿Quién te ha dicho que te iba a devolver tus cosas? —Ralts se petrificó ante esas palabras y nuevamente le entraron ganas de llorar, después de todo si había vencido a Sneasel era imposible que ella pudiese hacer algo al respecto. La risa de la coneja la sacó de sus pensamientos—. ¡Calma, calma! Era una broma, yo no soy esa clase de pokémon que sólo se aprovecha de los débiles, en realidad los detesto. Pero es verdad que me gustaría pedirte un favor a cambio.
Le entregó sus cosas con una sonrisa y eso calmó mucho a Ralts quien ahora se sentía con una gran deuda hacia su heroína.
—¿Sabes algo del tesoro que se encuentra en la Colina Puño? —Ralts quedó atónita por la pregunta pero respondió que no sabía mucho del lugar salvo que nadie en el valle solía ir más allá del punto en el que se encontraban porque los pokémon que habitaban en ella no eran precisamente “amistosos”. Buneary mencionó que en efecto, entre más hostiles se portaban los pokémon de una zona, más valioso solía ser su tesoro.
—¿Para qué necesitas el tesoro de ese lugar? ¿Acaso se trata de un objeto con poderes para tratar una enfermedad o eliminar una plaga? —Preguntó pensando en que sólo una cosa así valdría el enorme riesgo de irse a aventurar a un lugar como ese.
—Pues la verdad… no lo sé —Buneary sonrió mientras a Ralts se le deslizó una gotita de sudor en frío por la cabeza—; lo cierto es que hay un tesoro y quiero hacerme con él. El problema es que me dijeron que el lugar está infestado con pokémon de tipo lucha y eso me complica las cosas. ¡Pero tú eres un tipo psíquico y no tendrás ningún problema! —Al ver la cara de confusión de Ralts, se cruzó de brazos—. ¿Qué acaso nunca te enseñaron la tabla de tipos en casa? Los ataques de tipo psíquico son súper eficaces contra los tipo lucha, por lo que en un combate no tendrás mayor problema.
—Dentro de la aldea nadie pelea, los pokémon se piden las cosas por favor y en la escuela nos enseñan de matemáticas e historia.
—Eso suena… súper aburrido.
—La verdad es que sí lo es… un poco —confesó con bastante pena—, pero por eso mismo no puedo ayudarte, lo que dices suena a que es muy peligroso y no sabría qué hacer.
—Pero te estuve observando y sé que sabes usar ‘confusión’ —en realidad era Ralts la que estaba confundida por esa afirmación.
—¿Te… te refieres al ataque que lancé contra Sneasel? ¡Pero no le hizo nada! ¡Es porque soy muy débil!
—No, te equivocas. Existen algunos ataques que son complemente ineficaces si los usas en un tipo de pokémon en concreto, pero eso no quiere decir que tu ataque sea débil, si nos protegemos entre nosotras estoy segura que encontraremos ese tesoro. No existen las cosas imposibles.
Por primera vez en su vida, Ralts se sintió fuerte y valiente, con adrenalina corriendo por su cuerpo; jamás se había enfrentado a ninguna dificultad y había huido de todo aquello que parecía alguna clase de reto aunque en realidad no lo fuese. Ahora le ofrecían ir a la aventura de su vida.
Y ella aceptó estrechando la mano de Buneary. Buscaron un par de bayas aranja en la zona antes de continuar a la falda de la colina.
El joven Sneasel lo sabía bien, por eso eligió ese lugar como su nuevo territorio para cometer atracos, confiado en que los pokémon no sabrían cómo defenderse si lograba intimidarlos. Tras esconderse en unos arbustos y observar a quienes pasaban por ahí, fijó su mirada en una pequeña Ralts que se paseaba impunemente con su monedero a la vista. La pequeña acababa de saludar a la señorita Blissey, la directora del colegio de la aldea y se dirigía al mercado a comprar una deliciosa manzana perfecta. El pokémon apareció frente a ella pero no atacó de inmediato; después de todo, había otros pokémon observando y no deseaba tener que hacerse cargo de todos ellos.
—¡Hola! Mi nombre es Sneasel y soy un viajero. Estaba buscando la Colina Puño pero parece que me he perdido. ¿Podrías decirme cómo llego?
—¡Un gusto, señor Sneasel! —Respondió con auténtico brío—. Mi nombre es Ralts. Me parece que se puede llegar si va hacia el norte. ¿Gusta que lo acompañe?
—Me harías un gran favor, niña —dijo sonriendo maliciosamente.
Ralts sólo conocía pokémon bondadosos y por eso no sospechó de las intenciones del pokémon de tipo siniestro; después de todo, juzgar por algo como el tipo era algo que ella consideraba una falta de educación. Mientras ella le hablaba sobre lo bello que era el valle, Sneasel ya estaba pensando en qué clase de cosas podría apañarle al resto de los pobladores, pero de vez en vez sentía que algo lo incomodaba. Miraba alrededor para ver si era que alguien les observaba y cuando Ralts preguntaba si algo pasaba fingía claridad y le pedía que apresurara el paso.
Cuando Ralts señaló la ladera que llevaba a la colina, volvió a mirar para asegurarse que nadie observaba.
—Bueno, niña, para seguir mi viaje voy a necesitar algo de plata, ya sabes… así que entrégame lo que tengas.
—Oh, claro, seguro que viajar de un lado a otro implica muchos gastos —dijo sin saber realmente a qué se estaba refiriendo Sneasel—, pero me temo que no puedo prestarle dinero porque debo comprar las provisiones de la semana. ¡Ah! Se me ocurre que si le explica al señor Tangela sus motivos, él con mucho gusto le regalará un par de manzanas de su puesto.
—¡No, tonta! No te estoy pidiendo prestado, ¡esto es un atraco y te exijo que me entregues tu dinero!
El amenazante tono de voz y el semblante de Sneasel aterrorizaron a la psíquica que nunca en su vida había lidiado con una situación similar, pero asumió que con unas cuantas palabras sensatas entraría en razón:
—Cr-creo que no es necesario lo que hace… señor —tragó saliva para intentar pasar el susto—, todos en el valle son muy amables y seguro querrán compartir sus cosas con usted.
—Precisamente, todos ahí son muy amables… ¡y muy ingenuos! ¡Por eso podré arrebatarles todo con facilidad! —Dicho esto, atacó usando ‘finta’. Siendo súper efectivo, Ralts cayó sin poder hacer nada. Con toda la calma del mundo, Sneasel inspeccionó a su víctima para tomar su monedero y además ¡la suerte estaba de su lado! Ya que también encontró que llevaba una manzanita consigo.
Ralts dedujo que ya se había alejado varios pasos por el sonido que hacia cuando recuperó parcialmente la conciencia. Con mucho miedo pero sobre todo coraje, hizo algo que nunca antes se hubiese imaginado: intentó usar sus poderes psíquicos de modo ofensivo. Expulsó —sin realmente saber cómo— su poder a donde supuso se encontraba Sneasel, esperando que aquello lo tumbara y dejara caer sus cosas. Con esfuerzo, abrió los ojos y miró al bellaco de pie y sin una sola mota de polvo; este se volteó con una sonrisa aterradora en el rostro.
—De verdad que no tienes idea de nada, ¿qué no sabes que los ataques psíquicos no afectan a los tipo siniestro? Precisamente por eso te elegí a ti de entre todos los que se paseaban por la calle. Ahora que lo pienso, ha sido un completo desperdicio de tiempo tomarme todas esas medidas de seguridad, seguro que el resto son unos debiluchos y me bastará un ataque para dejarlos fuera de combate.
Y mientras seguía riendo, continuó su paso y Ralts volvió a perder la conciencia.
Un par de metros más adelante, Sneasel oyó claramente un grito pidiendo ayuda y no precisamente corrió hasta la fuente con la idea de ser un buen samaritano. Pasando unos árboles frondosos, encontró a una pequeña Buneary en el suelo hecha bolita que gritaba y movía sus manitas de forma frenética.
—¡Ayuda, ayuda! ¡Me he lastimado el tobillo y nada puedo hacer! ¡Oh, pobre de mí, pobre de mí! ¡Si tan sólo un heroico pokémon pudiese rescatarme ahora que estoy tan indefensa!
Su actuación era tan dramática que algo dentro de Sneasel le dijo que quizá se trataba de una trampa y que había que ir con cautela, pero rápidamente se deshizo de la idea pensando que no era más que otra tonta del valle; tanto así que ni siquiera se tomaría la molestia de fingir, iría directamente a quitarle sus cosas para continuar su camino.
—Lo siento conejita, tendrás que seguir esperando por tu príncipe valiente, yo sólo vengo por tus objetos —dijo con soberbia mientras inspeccionaba a la pokémon.
—¡Triste destino el mío! —Gritó de modo sarcástico—. Pero, ¿podrías al menos revisar mi tobillo? ¡Me duele muchísimo, creo que moriré a causa de este horrible dolor!
Sabiendo que no tenía nada que perder, el tipo oscuro aceptó la petición y con sus afiladas garras tomó la pata de la conejita.
—O eres muy exagerada o eres muy débil, yo no veo nada rar… —Y antes de poder terminar, el malandro recibió una tremenda patada en la cara, quedando la huella marcada en su rostro. Buneary se puso de pie con el salto, haciendo toda una pose digna de una superheroína de televisión.
—Vi lo que le hiciste a esa pobre Ralts, así que más te vale que le regreses sus cosas por las buenas o tendré que obligarte por las malas —terminó guiñando un ojo de forma coqueta.
—Así que tú eras quien nos estaba siguiendo… ¡Bah! De todos modos, ¿qué se supone que harás? ¿Matarme a besitos? —Y echó a reír.
—En realidad, esa es una muy buena idea.
Sin darle tregua, Buneary lanzó una serie de besos que formaron unos enternecedores corazones en el aire que se estamparon directo en Sneasel. El pokémon parpadeó varias veces intentando asimilar lo que estaba pasando. Movió sus garras para comprobar si algo extraño había pasado y al no percatarse, se lanzó furioso a contraatacar por el golpe que le había propinado. Buneary tomó su pelaje para regresar a la posición esférica y cuando Sneasel asestó el golpe, éste fue borrando la sonrisa de su rostro al ver que no le había ocasionado ningún daño. Aprovechando la confusión, la tipo normal dio un buen golpe con sus orejas haciendo que Sneasel cayese directo al suelo, soltando los objetos que traía consigo.
—Vaya, querías dártelas de chulo con Ralts cuando tú tampoco sabes la gran cosa, o si no, hubieses evitado ‘encanto’, que baja drásticamente el poder de los ataques físicos.
Sneasel echó rayos y maldiciones contra su contrincante mientras ésta daba saltitos de felicidad sólo para fastidiarlo. Decidió irse con todo usando otro ataque de ‘finta’ sabiendo que no fallaría y así fue; aunque Buneary se llevó ese golpe, lo tuvo lo suficientemente cerca y de frente como para darle un besito en la frente. Quizás otro pokémon se hubiese sonrojado tontamente al ser besado por una pokémon tan linda como ella, pero él estaba completamente pálido al figurarse que ahora ninguno de sus golpes podría provocarle daño. Temiendo que le diese la paliza de su vida, lo único que pudo recoger fue su orgullo roto antes de darse a la fuga.
—Mamá tenía razón —murmuró—: Cariño, si vas a salir al mundo a buscar tesoros, asegúrate de saber cómo usar el encanto a tu favor —y volvió a guiñar los ojos soltando más corazones a su alrededor.
Para ese momento, Ralts ya había vuelto en sí pero seguía lo suficientemente mal herida como para ponerse de pie; mientras sollozaba, no notó el momento en que Buneary se puso a un lado de ella. Escuchó una voz que le decía algo mientras le colocaban un objeto enfrente y, por instinto, arrastró sus doloridos brazos para tomarlo. Le llegó un aroma agradable y supo que era algo comestible; dio un mordisco seguido de otro y otro y, cuando menos se lo esperó, ya se encontraba de pie.
—Creo que tú necesitabas más esa baya aranja que yo.
—¡Oh, muchísimas gracias! —Chilló Ralts—. Un malvado pokémon me atacó y…
—Sí, lo sé, pero ya me he encargado de darle su merecido —Ralts no daba crédito a lo que oía, ese rufián le pareció el pokémon más poderoso del mundo y encontraba un poco difícil de creer que un pokémon pequeño como ella lo hubiese vencido—. Veo que no me crees, pero aquí tengo la prueba —al terminar de hablar, le enseñó su monedero y la manzanita que le pertenecían.
—¡Wow! Eres… ¡Eres asombrosa! ¡Muchísimas gracias por todo!
—Espera… ¿Quién te ha dicho que te iba a devolver tus cosas? —Ralts se petrificó ante esas palabras y nuevamente le entraron ganas de llorar, después de todo si había vencido a Sneasel era imposible que ella pudiese hacer algo al respecto. La risa de la coneja la sacó de sus pensamientos—. ¡Calma, calma! Era una broma, yo no soy esa clase de pokémon que sólo se aprovecha de los débiles, en realidad los detesto. Pero es verdad que me gustaría pedirte un favor a cambio.
Le entregó sus cosas con una sonrisa y eso calmó mucho a Ralts quien ahora se sentía con una gran deuda hacia su heroína.
—¿Sabes algo del tesoro que se encuentra en la Colina Puño? —Ralts quedó atónita por la pregunta pero respondió que no sabía mucho del lugar salvo que nadie en el valle solía ir más allá del punto en el que se encontraban porque los pokémon que habitaban en ella no eran precisamente “amistosos”. Buneary mencionó que en efecto, entre más hostiles se portaban los pokémon de una zona, más valioso solía ser su tesoro.
—¿Para qué necesitas el tesoro de ese lugar? ¿Acaso se trata de un objeto con poderes para tratar una enfermedad o eliminar una plaga? —Preguntó pensando en que sólo una cosa así valdría el enorme riesgo de irse a aventurar a un lugar como ese.
—Pues la verdad… no lo sé —Buneary sonrió mientras a Ralts se le deslizó una gotita de sudor en frío por la cabeza—; lo cierto es que hay un tesoro y quiero hacerme con él. El problema es que me dijeron que el lugar está infestado con pokémon de tipo lucha y eso me complica las cosas. ¡Pero tú eres un tipo psíquico y no tendrás ningún problema! —Al ver la cara de confusión de Ralts, se cruzó de brazos—. ¿Qué acaso nunca te enseñaron la tabla de tipos en casa? Los ataques de tipo psíquico son súper eficaces contra los tipo lucha, por lo que en un combate no tendrás mayor problema.
—Dentro de la aldea nadie pelea, los pokémon se piden las cosas por favor y en la escuela nos enseñan de matemáticas e historia.
—Eso suena… súper aburrido.
—La verdad es que sí lo es… un poco —confesó con bastante pena—, pero por eso mismo no puedo ayudarte, lo que dices suena a que es muy peligroso y no sabría qué hacer.
—Pero te estuve observando y sé que sabes usar ‘confusión’ —en realidad era Ralts la que estaba confundida por esa afirmación.
—¿Te… te refieres al ataque que lancé contra Sneasel? ¡Pero no le hizo nada! ¡Es porque soy muy débil!
—No, te equivocas. Existen algunos ataques que son complemente ineficaces si los usas en un tipo de pokémon en concreto, pero eso no quiere decir que tu ataque sea débil, si nos protegemos entre nosotras estoy segura que encontraremos ese tesoro. No existen las cosas imposibles.
Por primera vez en su vida, Ralts se sintió fuerte y valiente, con adrenalina corriendo por su cuerpo; jamás se había enfrentado a ninguna dificultad y había huido de todo aquello que parecía alguna clase de reto aunque en realidad no lo fuese. Ahora le ofrecían ir a la aventura de su vida.
Y ella aceptó estrechando la mano de Buneary. Buscaron un par de bayas aranja en la zona antes de continuar a la falda de la colina.
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